Durante una función de King Lear en un teatro en Toronto, el actor principal, Arthur Leander, se desmaya en el escenario, dando un final apresurado a la función.  La misma noche, empieza una pandemia global que acaba con el 99% de la  población mundial. Esta es la historia de lo que viene después.

Estación Once es uno de mis libros favoritos desde que lo leí hace unos años. También es uno que siempre quiero recomendar, pero no estaba segura de si estaba traducido al español. Y resulta que sí, Kailas lo editó en castellano en 2015. Aunque no lo he visto en Chile, pero asumo que es posible que esté por ahí. Confirmen con sus libreros de confianza. El punto es que ahora vengo a hablarles de un libro que adoro con toda mi alma.

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La premisa es que hay una peste que destruye a prácticamente toda la población mundial, dejando a grupitos de supervivientes por aquí y por allá. Una de ellos es Kirsten Raymonde, una joven canadiense que estaba en el elenco de King Lear de la primera parte, como una versión infantil de una de las hijas de Lear. Después de eso, el libro salta a veinte años después, cuando la civilización como conocemos está completamente destruida. Sin gente que trabaje en las empresas de electricidad, las comodidades modernas son una leyenda. No hay internet, ni películas, ni nada.

Kirsten es parte de una compañía viajera de artistas, quienes viajan por América del Norte  representando obras de Shakespeare y tocando música clásica. Kirsten, además, está fascinada con unos cómics que tiene desde chica e intenta encontrar el resto de la colección mientras revisan casas desocupadas.

Emily St. John919wldrgyul Mandel crea en esta novela un paisaje desolado que parece sostenerse muy bien. La forma en la que usa el lenguaje crea imágenes vivas y realistas, describiendo un mundo que se parece mucho al nuestro, pero al mismo tiempo es totalmente diferente. En los veinte años desde la noche en que Arthur Leander muere en escena, el planeta se ha transformado en un archipiélago de pueblos pequeños. La narración deja entrever que hubo conflictos violentos por un buen tiempo y que por fin se empieza a calmar la cosa. Sin embargo, la gente es gente y la violencia parece ser inevitable. Kirsten y el resto de la compañía encuentran en distintas partes recordatorios de momentos violentos, pero también encuentran esperanza en ellos mismos. La autora pinta este universo con mucho realismo, incluso en detalles como cuando un inventor diseña un sistema eléctrico para usar un computador, la pantalla muestra que el sitio web no existe (claro, porque el servidor seguramente está muerto). O que la gente tuvo que dejar de usar los autos porque la bencina, aparentemente, dura sólo dos o tres años. Los detalles de la vida del día a día están muy bien dibujados. Tanto en las partes en las que se muestra al mundo desmoronándose, como la vida después del final. Porque la vida sigue, siempre encuentra una forma de salir adelante.

Otra de las gracias de esta novela es que sigue a varios personajes, todos conectados de alguna forma a Arthur Leander. El paramédico que lo atiende en el teatro, al mejor amigo de Arthur, y a varios más. Algunos tienen más presencia, otros menos. Y la narrativa salta entre los primeros días de la peste a veinte años después, entrelazándose de maneras inesperadas y sorprendentes. Los hilos comunes son el arte, la memoria y lo que nos debemos entre nosotros.

Kirsten tiene un tatuaje que dice “Survival is insufficient” (sacado de un capítulo de Star Trek) y creo que es parte de lo que quiere decir el libro: sobrevivir no es suficiente. Necesitamos arte, necesitamos comunidad y necesitamos algo más que nosotros mismos para vivir y seguir adelante. Incluso en un universo en que todo parece perdido, siempre está la posibilidad de encontrar algo que apele a nuestros deseos de llegar a ese algo más, más allá de la mera supervivencia. En Estación Once, ese algo no sólo es  el arte, sino también la comunidad. Alguien de la compañía escribe en la caravana que “el infierno son los otros”, pero los otros también son la salvación.

Podría escribir por siglos sobre este libro. Tiene tantos detalles y tanta complejidad que es imposible describirlo sin dejar muchas cosas en el tintero, pero tampoco quiero contarles toda la historia. Porque es una historia postapocalíptica, pero también es una historia sobre lo que nos hace humanos, lo que nos mueve en un mundo que ha dejado de moverse. Cuando hemos perdido todo, siempre buscamos el arte y a los demás para encontrar nuestro propósito. Además, la escritura es maravillosa. De verdad, no sé cómo más describir la maravilla que es este libro. Léanlo para que tenga con quién fangirlear, please.

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4 respuestas a “Estación Once de Emily St. John Mandel”

  1. ¡Bella entrada!

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  2. ¡Hola! El libro me pareció muy interesante. Lo agregaré a mi goodreads. Me alegro de que hayas vuelto al blog.

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    1. Sí, I’m baaaack

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