La reseña de hoy será mini, porque el libro es mini.  Tiene menos de cincuenta páginas, contando las páginas de título, editoriales y la nota explicativa. Así que en realidad, la historia ocupa poco más de treinta. En pocas palabras, un libro que te puedes leer de una sentada.

Violette Ailhaud, la autora de esta extraordinaria historia, nunca la vio publicada. Cuando murió, en 1925, dejó el manuscrito (fechado en 1919, cuando escribió el prefacio) en un sobre que no podría abrirse hasta 1952. Al abrirlo, había un papel que decía que el manuscrito tenía que quedar en poder de la mayor de sus descendientes mujeres, que tuviera entre 15 y 30 años.

¿Por qué tanto secretismo?

Porque Violette cuenta una historia real: la historia de cuando su pueblo se quedó sin hombres, después de la revuelta contra Napoleón III. La represión contra los revolucionarios las dejó solas, a cargo de todo el funcionamiento del pueblo. Y así pasaron más de dos años sin ver a un hombre.

La principal ansiedad de estas mujeres es la infertilidad. Saben que sin nuevas generaciones, el pueblo estará condenado. Además, también necesitan que alguien se haga cargo de las labores más pesadas (estamos hablando de campesinos del siglo XIX, no es que tuvieran la maquinaria de ahora). Y ahí es cuando empieza la historia: con Juan Juan (¿Jean Jean?) llegando al pueblo a través de los campos y fijándose en Violette, que es joven y quiere amar a un hombre.

Por supuesto, la historia es más complicada que eso, ya que Violette cuenta que un tiempo atrás, las mujeres de Volx decidieron compartir al primer hombre que llegara. El deseo de tener compañía por las noches, de ser madres, de tener a un hombre al lado, supongo. Creo que es algo difícil de entender si no estás en una situación similar. El punto es que a pesar de que Juan se fija primero en Violette, entiende que tiene que ser el hombre de todas las mujeres del pueblo.

Para ser un libro tan corto, también es muy intenso. El lenguaje es una maravilla porque Violette usa imágenes preciosas, especialmente centradas en la naturaleza que la rodea.

 “Ocurre particularmente en el caso de la montaña de Lure. Es mi montaña favorita aunque nunca he ido hasta allí. Para mí, parece la mano de un hombre en reposo, una mano horizontal que se ve de perfil, agrietada y cincelada por el sol, el viento y el trabajo. Las noches en que el Mistral nos ha emborrachado todo el día mucho más que el vino, esa mano se acerca tanto que creo sentirla sobre mi vientre vacío y ardiente. Sueño con que se aplane y se extienda, suba hacia mis senos volcanes, baje hacia mi entrepierna fuente (…)” (Ailhaud 31).

La identificación de la mujer con el terreno no es casual. Así como las mujeres están vacías, la tierra también lo está (porque hay menos gente trabajando ahí, supongo). Este tipo de imágenes, sensuales y sugerentes, se repiten a lo largo del cuento (en serio, no sé en qué categoría ponerlo) y siempre atan a Violette (y a las demás mujeres, que están un poco fuera de foco) con las tierras de la Provence. Es sexy y a la vez elegante, lo que es bastante difícil de lograr. Ojo que Violette tenía 84 años cuando la escribió. O sea, es muy goals.

Por supuesto, al final de la historia uno puede quedarse con ganas de más. Principalmente porque la ambientación es tan interesante, que yo leería/vería horas de esas mujeres francesas y sus ansiedades. Además, a mí me conquistó el tono casi post apocalíptico que tiene el espacio. Un lugar vacío y yermo, sin hombres ni futuro. ¿Cómo no va a ser fascinante? Por ahí vi que hay una película basada en el libro, dirigida por Marine Francen y que se titula La mujer que sabía leer. A ver si la encuentro o si llega a los cines de este país (JA).

Título: El hombre semen (L’homme semence)

Autora: Violette Ailhaud

Traducción: Caroline Stamm y Galo Ghigliotto

Editorial: Edicola Ediciones

Año: 2015

Formato: Rústica

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