Un viaje a través del espejo

En 2019, mi hermana me mandó una captura de pantalla con un tweet que hablaba de lo bonito que era Belfast, que aún no era tocada por el 5G, y lo maravilloso que debía haber sido estar ahí en los 70, un período en que famosamente nada malo pasaba en Irlanda del Norte. Mi hermana se reía, «¿esta señora sabe qué estaba pasando en Belfast en los 70?». También me reí, pero el nombre de la tuitera me hizo detenerme un momento.

¿Naomi Wolf? ¿La autora de NO LOGO? No, la de El mito de la belleza. La autora de NO LOGO y La doctrina del shock es Naomi Klein. No es raro que sean confundidas entre sí: las dos son norteamericanas, judías, y más o menos de la misma generación, aparte de compartir el primer nombre. Las dos se hicieron un nombre en el mundo liberal, aunque Klein siempre ha tenido una política más abiertamente progresista que la liberal Wolf. Pero las similitudes son suficientes para que incluso quienes hemos leído a ambas, tengamos que pensarlo un poquito.

Para más contexto, Naomi Wolf en 2019 estaba viviendo lo que en internet llamamos *a moment*: su último libro tuvo que ser cancelado a último momento porque se encontraron errores de base que básicamente tiraban su tesis por la borda. El tweet sobre Belfast y otros similares la habían transformado en el hazmerreír favorito de internet: la ex intelectual feminista que parecía haber perdido toda capacidad de raciocinio.

Pero cuando todo parecía estar calmándose, llegó el COVID. Y Naomi Wolf decidió que su relación con la realidad no tenía por qué ser exclusiva. Tweets sobre cómo las vacunas incluían un chip de Apple que permitiría viajar en el tiempo (fuente: aparentemente escuchó cómo dos empleados de Apple lo discutían en una cafetería), reclamos contra la exigencia de mascarillas (mi favorito: cuando respondió NO a una foto de un osito de peluche, mascota de un hospital infantil, usando mascarilla), y una serie de teorías conspirativas sobre cómo la pandemia era una forma que tenían los gobiernos para establecer medidas autoritarias.

Ok.

Obviamente, yo no era la única observando cómo Naomi Wolf (y miles de personas en todo el mundo) caía en un espiral de teorías conspirativas que revelaban un estado mental poco estable. Naomi Klein también lo veía, especialmente porque cada tanto era etiquetada por error tanto por personas que criticaban a Wolf, como por aquello que la celebraban por su valor de enfrentarse a la tiranía de la ONU globalista o lo que fuera.

En Doppelganger, Naomi Klein sigue el retorcido camino de Naomi Wolf por lo que ella llama “el mundo del espejo”, ese mundo paralelo en el que existen las teorías de conspiración y en el que la realidad parece doblarse y reflejarse de maneras siniestra. Ante la pregunta «¿qué pasó con Naomi Wolf?», Klein entrega una respuesta que recorre la historia del siglo XX y la historia personal de Wolf, buscando los puntos de inflexión que pueden llevar a una persona a convertirse en prácticamente su opuesto.

El concepto del doppelgänger, que viene de una palabra alemana (era que no) que quiere decir «el que camina al lado» y es una figura que aparece una y otra vez en la literatura, normalmente con un subtexto de peligro y muerte. Ver a tu doppelganger normalmente es un mal presagio. Es un reflejo oscuro, un gemelo malvado que revela los aspectos más oscuros de la personalidad.

Cuando Naomi Klein describe a Naomi Wolf como su doppelganger, también crea una identificación. Si bien ambas han sido comparadas y confundidas, las diferencias son sustanciales. Mientras Wolf refleja el liberalismo asociado al capital, Klein siempre ha criticado y desafiado las ideas del capitalismo corporativo que domina el siglo XXI. Pero al identificarse con ella, también reconoce que ambas se parecen y que hay puntos en los que se acercan. Destaca en esto cuando habla de la doctrina del shock, la idea de que los gobiernos utilizan los momentos de shock para deslizar legislaciones cada vez más autoritarias. Klein describe esto en momentos muy concretos de la historia reciente, y en este libro muestra su preocupación ante cómo algunas personas (como la misma Wolf) han utilizado este concepto para esparcir teorías de la conspiración de manera peligrosa durante la pandemia y antes de eso.

La exploración de la mentalidad conspiranoica es la columna vertebral de este libro. Si bien Wolf es claramente el caso de estudio, la narración busca explicar qué elementos socioculturales llevan a la aparición (y transformación) de teorías de la conspiración. Como señala Klein, estas tienden a aparecer en momentos de gran tensión política-económica-social (plagas, desastres naturales, guerras), y atraen a la gente que busca una explicación sencilla a un mundo que es claramente complejo. Klein, por supuesto, no se detiene ahí e indica que estas circunstancias también son las apropiadas para el surgimiento de movimientos políticos de corte fascista, que también sirven para ofrecer explicaciones sencillas a problemas complejos. Y si nuestros tiempos son tiempos de plagas, desastres naturales y guerras, nada de esto está lejos de las posibilidades.

Pero cuando Klein se identifica con Wolf también destaca la humanidad de ese otro. Históricamente, el doppelganger aparece en la literatura y la tradición como algo que se busca esconder, el ello reprimido que busca salir a la luz y al que hay que dominar a cualquier costo. Aquí el doppelganger es nuestros aspectos menos favoritos, pero igualmente humanos, a los que hay que extender compasión y comprensión. Todos tenemos parientes y amigos que en los últimos años han caído en el túnel sin fondo de las conspiraciones y pocas veces tenemos las energías o el tiempo para conversar y tratar de sacarlos de las tierras de la sombra, como las llama Klein.

Casi al final del libro, Klein hace eco de las palabras de Ursula K. LeGuin sobre la monarquía: “nos dicen que la forma en la que son las cosas es la única manera en la que pueden ser, porque todos los otros modelos han sido probados y todos han fracasado. Pero estas ideas sobre las distintas formas de ser y de pensar y de vivir no fracasaron todas; en lugar de eso, muchas de ellas cayeron, aplastadas por la violencia política y el terror racial. Ser aplastada no es lo mismo que fracasar, porque lo que se aplasta puede revivir, reimaginarse nuevamente” (Doppelganger, 228). Como señalan las conspiraciones, el mundo es un lugar complicado y lleno de defectos, probablemente se está desarmando de a poco. No hay que tenerle miedo a esto, hay que estar abiertos a buscar nuevos caminos. Porque al final, las conspiraciones se tratan de eso, del miedo constante al cambio, representado por la inmigración, nuevas tecnologías de la salud y un sinfín de posibilidades. En lugar de aferrarnos al pasado y al miedo, Klein busca obligarnos a saltar lejos de las sombras, directamente hacia la luz.

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